En la actualidad, el diseño es un aspecto que, a menudo, pasa desapercibido o es subestimado en su capacidad para impactar profundamente en diversas industrias. No obstante, su rol va mucho más allá de “hacer algo bonito” o simplemente mejorar la usabilidad de un producto. El diseño es una forma poderosa de pensar, de abordar problemas complejos, y de encontrar soluciones creativas que integran diferentes perspectivas y limitaciones.

El diseño como una forma de pensamiento

Como dice Don Norman, una de las ideas centrales es que el diseño no debe limitarse a ser visto únicamente como una herramienta estética. En realidad, el diseño es una metodología de pensamiento que puede aplicarse a casi cualquier campo. Este enfoque, conocido como “design thinking”, permite enfrentar retos difíciles, combinando creatividad, análisis y empatía para llegar a soluciones innovadoras.

Por ejemplo, cuando un diseñador se enfrenta a un problema, no solo considera los aspectos visuales o de funcionalidad, sino que también integra factores como las limitaciones económicas, tecnológicas, sociales y políticas. De esta manera, el diseño se convierte en un proceso de síntesis donde se concilian fuerzas opuestas y restricciones diversas.

¿Por qué no se valora más el diseño?

Una de las preguntas clave es: ¿por qué el diseño no recibe más reconocimiento en el ámbito académico o empresarial? A menudo, el diseño se percibe como un aspecto superficial de un producto o servicio, y no como un componente estratégico crucial. Esto se debe, en parte, a la falta de comprensión sobre el verdadero valor del diseño. A nivel educativo, muchas veces los diseñadores son formados en escuelas de arte, lo que refuerza la idea de que el diseño está más relacionado con la expresión artística que con la resolución de problemas prácticos.

Sin embargo, el diseño no es arte. Mientras que el arte busca principalmente la expresión personal y subjetiva del creador, el diseño está orientado a encontrar soluciones que beneficien a otras personas. El diseño busca resolver problemas reales de manera efectiva y sostenible, ya sea en la creación de productos, sistemas o incluso políticas.

La necesidad de un cambio en la formación de diseñadores y líderes empresariales

Para que el diseño sea realmente valorado en su justa medida, es necesario replantear cómo se forman tanto los diseñadores como los líderes empresariales. El “design thinking” se ha popularizado como un enfoque innovador en la resolución de problemas, pero en muchos casos, se reduce a una versión superficial que promete enseñar los principios de diseño en cursos breves. Si bien esta popularización ha ayudado a que más personas vean el diseño como algo más que estética, también ha llevado a una falsa percepción de que se puede dominar este enfoque rápidamente.

Al igual que en cualquier disciplina compleja, el diseño requiere de años de formación y experiencia para alcanzar un nivel de maestría. No basta con entender los conceptos básicos; ser un diseñador competente implica un profundo conocimiento de historia, política, tecnología, psicología, economía y, por supuesto, creatividad.

Los diseñadores como generalistas

Una de las características más notables de los diseñadores es que, a diferencia de otros profesionales que suelen especializarse en un área concreta, los diseñadores deben ser generalistas. Esto significa que deben comprender un amplio rango de disciplinas para poder integrar soluciones que consideren múltiples aspectos.

El mundo empresarial y académico, sin embargo, tiende a dividir el conocimiento en áreas altamente especializadas. Esto puede ser una desventaja cuando se trata de abordar problemas complejos que requieren una visión más holística. En una organización, los ejecutivos que alcanzan los niveles más altos suelen ser aquellos que tienen la capacidad de ver el panorama general y de conectar diferentes departamentos o áreas de conocimiento. De manera similar, los diseñadores, con su enfoque integral y capacidad para pensar en múltiples niveles, tienen un enorme potencial para asumir roles de liderazgo.

En lugar de verlo como una disciplina secundaria, el diseño debería ocupar un lugar central en la toma de decisiones empresariales y académicas

Conclusión

En resumen, el diseño es mucho más que una herramienta para embellecer productos o hacerlos más accesibles. Es una forma de pensar, una metodología que puede ser aplicada a cualquier tipo de problema, desde la creación de un nuevo producto hasta el diseño de políticas públicas. Para que el diseño reciba el reconocimiento que merece, tanto los diseñadores como los líderes empresariales deben ser formados de manera diferente, reconociendo el valor estratégico que el diseño aporta. En lugar de verlo como una disciplina secundaria, el diseño debería ocupar un lugar central en la toma de decisiones empresariales y académicas, permitiendo así un enfoque más creativo, holístico y efectivo para enfrentar los desafíos de hoy.