El sector legal siempre ha sido fiel a la costumbre de tener denominación personalista —usando mayoritariamente el apellido de sus fundadores— y de incluir su actividad en el nombre -por ejemplo, “XXX abogados”-. Pero el branding jurídico no es ajeno a la evolución que está viviendo la abogacía y, desde hace más de una década, esta tradición ha cambiado y han comenzado a surgir las marcas “de fantasía”, es decir, aquéllas que son producto del ingenio e imaginación de sus autores.
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