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En una entrada anterior anticipaba que la lectura de algunos artículos y revisión de libros de reciente publicación sobre oratoria procesal me habían provocado una perplejidad descomunal. El asombro se debe al abismo existente entre las técnicas que propugnan los autores de esos libros y artículos y la realidad de los juicios, precipicio que convierte a esas técnicas en inútiles cuando no en nocivas. Los once extractos de las ideas que siguen complementan a los otras once del post precedente y procuran aproximarse a la realidad inexorable de la sala, desbaratar los mitos construidos por aquellos autores -comparables al egipcio del Juicio de Osiris que ilustra esta entrada y el griego del Juicio de Paris que introducía la primera entrada- y describir aquello que realmente ocurre y funciona en los juicios, y que los abogados pueden experimentar por sí mismos.

  1. La voz y el lenguaje no verbal son importantes, pero no tanto. No te obsesiones por la voz y los gestos. Varía el tono de la intervención y sincroniza tus gestos con lo que dices, buscando la congruencia entre el lenguaje verbal y no verbal. Enfatiza con la entonación, las miradas y las manos los argumentos que consideres importantes. Tu propósito, una vez más, debe ser que te escuchen, comprendan claramente y aburrir lo menos posible.
  2. No mires al juez fijamente. Cuando miramos fijamente a alguien a quien no conocemos notarás que aparta la mirada y lo mismo te ocurre a ti cuando te sientes observado. Si miras demasiado tiempo al juez conseguirás el efecto contrario al deseado y perderás su atención. Tienes que distribuir las miradas y dirigirlas alternativamente al juez, al abogado contrario y a los clientes.
  3. Sé original y creativo. Utiliza una introducción original en el informe final o una forma de exponer que llame la atención del juez. La tipología de casos que llegan a un juzgado es limitada y los jueces están cansados de escuchar hechos, argumentos y fundamentos de derecho iguales o parecidos. Sé creativo sin caer en la extravagancia y los jueces te lo agradecerán.
  4. El juicio es lo que ocurre en la sala y no lo que has preparado. Lo más normal es que prestes mucha atención al guión y material que has preparado e intentes someter los acontecimientos del juicio a tus escritos o guión, que en una situación de incertidumbre como es el juicio es lo que te ofrece mayor seguridad ("anclajes" los denominan en psicología). El problema reside en que el juez se da cuenta y pierde todo el interés en escucharte. Está atento al juicio y modifica tu guión para adaptarlo a lo que allí ocurre, y no al contrario.
  5. Si percibes que el juez no escucha, no le des más vueltas. Si en el informe final o en otra intervención notas que el juez no te escucha, no te engañes más tiempo: no quiere escucharte. Cambia de ritmo, intenta captar su atención y si no, resume en pocas palabras lo esencial y termina. No hay nada que excite con mayor intensidad la atención del juez que estas tres palabras: Señoría, para terminar…
  6. Por regla general, el mejor interrogatorio es el que no se hace. La prueba de interrogatorio de testigos es la que ofrece a los jueces menos credibilidad y fiabilidad. ¿Por qué? Pues porque, después del interrogatorio de partes, es la que lleva ínsita mayor grado de subjetividad. Sigue esta regla de oro con disciplina férrea: para todo hecho que puedas probar con un documento o un informe pericial, no aportes ni cites a un testigo. Lo único que lograrás es que su declaración socave la credibilidad del resto de pruebas que por sí solas acreditan esos mismos hechos.
  7. Recuerda que interrogas para el juez. En el momento de preparar el interrogatorio ponte en su lugar y reflexiona con el sombrero de juez. Pregúntate: si yo fuera el juez, ¿qué preguntas me interesaría hacer?. Normalmente preparamos el interrogatorio encerrados en el caparazón de abogado y olvidamos que el verdadero destinatario de las respuestas, por tanto también de nuestras preguntas, es el juez.
  8. Invierte el proceso de preparación del juicio. Seguro que empiezas revisando los documentos, preparando el interrogatorio y por último las conclusiones. Te propongo probar un método distinto: prepara primero las conclusiones y luego las preguntas. El esfuerzo que realizamos al ordenar los argumentos, pruebas y fundamentos jurídicos en el informe servirán para tener una imagen de conjunto del juicio, comparar las pruebas entre sí y, algo esencial, relacionar los hechos con cada una de las pruebas, incluidas las testificales. La visión de estas relaciones facilitará la formulación de preguntas más acomodadas a los hechos, es decir más precisas y certeras.
  9. Aplica el auto-aprendizaje con tu cliente o testigo. La mejor preparación es aquella en que tu cliente o testigo se explica a si mismo su declaración y tu papel se limita a incentivar o desincentivar mediante afirmaciones verbales o gestuales ciertas partes de su declaración. Es él mismo quien aprende, o auto-aprende, a diferencia del aprendizaje inoculado o inculcado que es el utilizado habitualmente con efectos perniciosos para el interrogado en los juicios: no recuerda lo que debe decir o lo dice con nuestras palabras (las de su abogado), ofreciendo una impostura que no pasa desapercibida al juez.
  10. Explica a tu cliente o testigo el escenario del juicio. Todos preferimos al cirujano que antes o durante la intervención nos cuenta los pasos que seguirá y lo que experimentaremos. Al tener una explicación razonable del proceso, y ver que transcurre conforme nos lo cuenta, la confianza depositada en la experiencia del profesional aumenta y paralelamente la sensación de tranquilidad. Con el interrogado sucede algo parecido. Necesitamos generarle confianza explicándole ciertos detalles (espacio-temporales o tangibles) como la duración aproximada del juicio, el rol de los distintos profesionales y su situación en la sala. Estos aspectos del itinerario del juicio le tranquilizarán el día señalado cuando perciba que se están cumpliendo casi como se los contamos.
  11. Utiliza una sintaxis simple en las preguntas. Las preguntas que formules intenta que tengan una construcción simple. Sigue la estructura sujeto, verbo y complementos circunstanciales. Es el orden más fácil de recordar y entender, tanto para el interrogado como para el juez. Piensa que las preguntas que el interrogado no entiende te perjudican a ti . Primero porque tendrás que repetirla y esto dará tiempo al interrogado a pensar una respuesta mejor, y segundo porque el juez necesitará un esfuerzo suplementario de atención que no siempre hará. Y si lo hace e interviene aclarando o reformulando la pregunta, aumentará su impaciencia con tu interrogatorio y te conminará, con mayor o menor tosquedad, a que acabes.