Cuando la crisis económica alcanza su punto álgido, como ha ocurrido recientemente, es una clara señal de que las cosas han de cambiar y no puede pasarse por alto. No obstante, la mayoría de los que nos dedicamos al mundo de los negocios tenemos que enfrentarnos gran parte del tiempo a débiles indicios o a cambios que se producen de forma mucho más sutil . Se trata de cambios de índole cultural, como la cada vez mayor necesidad de ser sociables, generados por los medios sociales y algunos otros, o tecnológica.
El reconocimiento e interpretación de esos débiles indicios requiere perseverancia, visualización, habilidad y concentración. Si el proceso de reconocimiento se lleva a cabo de forma atinada, puede resultar ser muy beneficioso para el negocio.
Sin embargo, ¿qué pasaría si modificásemos el modo en que percibimos, nos planteamos, interaccionamos con el cambio y nos adaptamos a él?
El desafío consiste en saber qué buscar y cómo reaccionar. Puede que haya llegado el momento de olvidarnos de la adopción de perspectivas innovadoras (thinking outside the box) para pasar a considerar nuevas hipótesis y modelos, cambiar de esquema mental (thinking in a new box), los abogados han de estimular e intensificar la creatividad en el negocio. Soy un entusiasta defensor de la necesidad de los abogados de adaptarse al cambio. Uno de los mayores problemas, a mi juicio, es identificar cómo podemos gestionar la adaptación a la inquieta sociedad en la que vivimos y evitar ser arrasados por el cambio.
El cambio con frecuencia se percibe como algo molesto, puesto que nos aleja de aquello con lo que estamos familiarizados, es decir, de nuestros patrones habituales de pensamiento y conducta. El cambio representa una amenaza directa para nuestra zona de confort. Nos distancia del objetivo que nos habíamos trazado, nos hace salir de nuestra trinchera y desviarnos o corregir el rumbo. Algunas veces tomamos las riendas del cambio, otras, sin embargo, el cambio se produce de forma totalmente inesperada y nos lleva por delante.
El cambio puede provocar sensaciones desagradables, como sentirse disperso, frustrado, presionado e incluso descontrolado o abrumado. Por lo general, tendemos a oponer resistencia o a ignorar el problema o evitar el cambio, inclinándonos hacia el temor a lo desconocido. Es el momento de hacer frente al cambio de forma enérgica y enfática. La obtención de resultados está indudablemente en nuestras manos, aunque siguiendo un patrón. Has de convertirte en un proactivo defensor de tu negocio, lo que comporta un cambio de perspectiva. La anticipación probablemente vaya acompañada de la aparición de nuevas oportunidades. Un cambio de actitud con respecto al cambio puede suponer una modificación enorme de tus circunstancias.
El cambio deja de ser una cuestión que haya de gestionarse, para convertirse en parte de tu forma de pensar, juzgar y comportarte. El cambio representa una oportunidad constante de evolución para ti y tu negocio. Al adoptar una actitud saludable frente al cambio, te haces con las riendas de la situación, dispuesto para responder y no solo reaccionar.
Atendiendo a cuanto antecede, creo que es preciso adoptar las actuaciones básicas indicadas a continuación para intentar hacer frente al cambio de otro modo y triunfar como promotor del mismo:
El cambio resulta inevitable, si bien está en nuestras manos convertirlo en crecimiento. Aboga por el cambio, crea y mejora; permíteme animarte a convertirte en un emprendedor del cambio. Como decía Winston Churchill, Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar con frecuencia.
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